El contador de cuentos-¿De dónde sacas tus cuentos?
-Del pozo
-¿Del pozo?
-Sí, del pozo. Del fondo del pozo. Están revueltos con el agua, con las ranas y con las estrellas; pero hay que saber sacarlos...
El contador de cuentos guarda silencio de enigma. Sentado sobre los adobes de la barda y balanceando al aire sus piernas de barro, mira de reojo a “la preguntona”.
"La preguntona", es una niñita frágil, como de cera blanca: y crédula.
El contador de cuentos sabe la importancia que sus embustes le han ganado entre la chiquillería de Palo Verde. Al final de los días, cuando empieza a parpadear la tarde, él se sienta en la barda que marca una raya paralela entre la milpa y el camino. Allí van todos los niños del pueblo a embaucarse con el milagro de su fantasía, plagada de campanas, de príncipes malos y de mendigos santos; de coyotes, de nahuales y de brujas.
-Sabes- dice, como haciendo a “la preguntona” la merced de confiarle un secreto-. El pozo dice sus cuentos en las noches.
Cuando hay luna es cuando se pueden sacar los más bonitos.
-¿Y cómo los sacas?
-¡Pues… nada! Me siento en el brocal y meto la cabeza dentro. Allí me estoy quietecito, mirando para abajo y escuchando, escuchando. Luego de estar así un rato puedo oír lo que el pozo dice…
El auditorio contiene la respiración para que no se escape ni una sola de las palabras que el embustero hilvana.
Carmen Báez
En la oración “La preguntona” es una niñita frágil, como de cera: blanca y crédula, encontramos una relación...